PRESENTACIÓN DE LA EDICIÓN |
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José Alberto Nieto Rojas Rector de la Universidad UMECIT, Panamá |
El gran historiador francés Marc Bloch, dedicó su espléndida INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA a su colega y maestro Lucien Frebvre. En la primera página de su libro, razonando esa dedicatoria, se refirió a las condiciones bajo las
cuales la tarea de pensar y de escribir constituía,
de hecho, una actividad estrechamente compartida y circunscrita por la
presencia constante del diálogo con los otros. Así, reflexionando acerca de la
eventual recepción que le pudiese
merecer el libro que le dedica, le escribe a su maestro: “Me enorgullece pensar que muchas
veces me aprobará usted. En ocasiones me criticará. Y todo eso será entre
nosotros un vínculo más”. Y más adelante agrega: “Apasionarse por un mismo
debate, aunque sea en sentidos opuestos, es todavía parecerse”. Más allá de cualquier reconocimiento o rechazo explícito de ellos, esos vínculos nos circundan y nos sostienen, y son lo que nos permiten constituirnos en comunidades reales, esto es: diversificadas en las tendencias de pensamiento que las habitan y que las transforman en espacios compartidos dinámicamente tensionados, pero sin dejar de ser por eso unidades reconocibles y en las que, forzosamente, también se reconocen y expresan sus integrantes individualmente. Esta circunstancia constituye, en realidad, una garantía de supervivencia y desarrollo ya que, al mismo tiempo que abre espacio a una condición epistémica compleja, adopta un concepto dinámico del pensamiento y el conocimiento, fundándolos en la coexistencia de la diversidad de perspectivas y visiones. En efecto, ya lo decía Hegel en su FILOSOFÍA DEL DERECHO: “…frivolidad y tedio se apoderan de lo existente cuando “la verdad” es sólo una…”. Nuestra Universidad Metropolitana de Educación, Ciencia y Tecnología (UMECIT) es una comunidad de ese tipo que, acaso necesariamente, nos trasciende en la medida que está destinada a perdurar en el tiempo, más allá de la duración de nuestras presencias individuales. Pero, al mismo tiempo, nos determina en un presente que se dilata mediante la especificidad de los vínculos que aglutinan a sus integrantes más allá de los modos peculiares como cada uno de nosotros esté dispuesto a habitarla. Sin embargo, sean cuales sean “los modos” individuales, cada uno de nosotros se encuentra empeñado en la tarea común de crear y ampliar los canales de expresión, crecimiento y realización del colectivo que nos abarca y nos determina tensamente. Ese vínculo y esa tensión es lo que hemos querido traer como objetos de nuestra reflexión con el fin de presentar este cuarto número de la Revista DIALOGUS. Ellos delimitan un espacio que nos invita a pensar con autonomía y libertad, a tomar el conocimiento como una modalidad estéticamente legitimada de nuestra existencia y de nuestro quehacer diario. Será, desde luego, un espacio para expresar las divergencias teóricas, como no podía dejar de ser desde el momento en que pensar es, efectivamente, una (inter)actividad dialógica que sinuosamente se determina en la tensión del “hacer juntos”. Pero también y, sobre todo, será necesariamente un espacio para reencontrarnos y trascendernos como una comunidad intelectual diferenciada y reconocible, no obstante, por su apasionada concentración en el trabajo intelectual realizado y en el encuentro de las ideas. La UMECIT, de más está decirlo, estará siempre abierta a todos los miembros de esta comunidad que creamos y sostenemos día a día y en la que siempre hallarán espacio para la expresión de los requerimientos académicos y universitarios más exigentes. Pero, no solamente nos referimos a la comunidad UMECIT constituida por sus docentes y estudiantes; nuestro diálogo, como colectivo e individualmente, trasciende de hecho diariamente nuestro ámbito estricto, aunque sea en referencia a él cuando su hacer se enriquece y se configura como conocimiento activo. Esa dimensión externa del diálogo con el resto de la comunidad universitaria panameña que en sentido extenso también se integra a nuestro espacio, debe necesariamente incorporarse como parte de lo que nos legitima y nos proporciona pertinencia. El escritor argentino Jorge Luis Borges
famosamente observó: “De todos
los instrumentos del hombre
el más asombroso es, sin
duda, el libro.
Los demás son
extensiones de su
cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista;
el teléfono es extensión de su voz; luego tenemos el arado y la
espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro
es una extensión de la memoria
y de la imaginación”. Sin duda, Borges
piensa en las antiguas tablillas
de arcilla que dieron soporte a la escritura en la antigua Babilonia y en los numerosos papiros que dieron
inicio a la gesta de la escritura sobre la que se edificó la Historia. También, seguramente,
piensa en los imprescindibles volúmenes de versos, cuentos, novelas, memorias que pueblan su fantástica e inagotable “Biblioteca de Babel”. Más modesto, menos facultado y urgido por el tiempo que ya se nos agota, pienso ahora en el intenso trabajo que han venido realizando docentes y estudiantes de nuestra universidad a lo largo de estos años cristalizando en nítidas contribuciones al incompleto censo de Borges, y concluyo que los afanosos ensayos y artículos que pueblan las páginas de nuestra revista DIALOGUS, constituyen una extensión de su sentido de compromiso con el conocimiento. DIALOGUS ISSN Impreso:2519-0083. ISSN
Electrónico:2644-3996. Año 3. Número 4. Diciembre 2019
- Mayo 2020 |